Crónica de un hombre feliz (y con miedo a los pájaros)
- Luana Baca
- 27 oct 2021
- 11 Min. de lectura

Montaje: Nurit Mitrani
De niño que consideraba a su colegio primario una cárcel en la que solo podía vivir pensando en sus sueños, a hombre que, con una sonrisa, te cuenta cómo los está cumpliendo.
— Mi nombre es Jaime Ferraro y tengo 39 años.
Pelirrojo, medio calvo, con barba frondosa, de casi dos metros de altura, de tez muy clara y vestido comunmente de negro.
— Sé que algunos de ustedes dirán: “¡Wow! ¡Pero si yo te acabo de descubrir!”.
Vecino de San Isidro y poblador del Perú. Conocido también como la cuarta espada del Pituquismo, representante de la corriente política del Jaimismo y principal hater del pajarismo (de los pájaros, en general).
— Y yo les responderé: “Sí, pero antes de eso yo ya existía”.
Amante de la escritura, de la literatura, del cine, del Stand-Up Comedy y de vivir siguiendo sus pasiones.
— Lo que pasa es que soy como la América de los comediantes, ¿entienden? El continente.
Y una persona llena de matices y dependes.
***
Jaime se identifica como comediante. O al menos, en su perfil de Instagram está identificado así. Pero es también muchas otras cosas: guionista, entrevistador, podcaster, consultor creativo y comunicador. Es un artista.
Y si bien hoy se dedica únicamente a cosas que le permiten desarrollar sus talentos, esto no siempre fue así. De hecho, para llegar a donde está actualmente, tuvo que pasar por un largo camino de aprendizaje y autodescubrimiento. Dos palabras que son claves en su vida.
***
— … como quería imitarlas, el formato que utilizaba era ese —concluyó respondiendo mi pregunta.
Hablar sobre su comedia le enorgullece, apasiona y divierte. Más bien, conversar- a secas- es algo que disfruta muchísimo. Y ahí, sentado en su habitación con una gorra negra, lentes de medida, un polerón negro, su cara apoyada en una de sus manos y los ojos más cerrados que abiertos, despendía alegría que se sentía casi a través de la pantalla.
— A mi justamente me encanta cómo el formato son de historias de 15 segundos, los vídeos son cortos y se acaban rápido —comencé—, y a ti no te importa si se termina el tiempo, tú solo lo dejas ahí en el aire, a interpretación de los demás.
Con los ojos aún más achinados por la sonrisa, me miró soltando una risita y agitando la cabeza en afirmación. Y continué agregando:
— Es muy curioso, pero sobre todo gracioso, porque generalmente es cuando dices las cosas más fuertes.
***
En agosto de este año fue invitado a dar un discurso de graduación para el Colegio Markham, en donde contó que, a pesar de siempre haberse querido dedicar a la escritura, personas cercanas le recomendaron que estudiara una carrera segura y en sus tiempos libres se dedicara a hacer lo que a él le gustara.
Así fue que tuvo un fugaz paso “más por los jardines que por los salones de clase” —como dijo él— de la Pontificia Universidad Católica del Perú y la Universidad San Ignacio de Loyola estudiando cosas que no le gustaban. Afortunadamente, terminó estudiando Guión Cinematográfico en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños de Cuba.
— Hay una cosa que yo no cuento en el discurso del Markham, —inició diciendo Jaime mientras miró a un lado— pero entre que yo me fui de la Universidad Católica y comencé estudiando en San Antonio de los Baños, hay un lapso de como 8 años.
En esos 8 años se mudó primero a España, luego a Uruguay y al final regresó a Perú.
— Durante ese tiempo estuve dando vueltas una y otra vez, tratando de evitar el entregarme a las cosas que hago hoy.
Comenzó a vivir en España cuando tenía 25. Trabajó en un hotel y creó un blog que le permitía llegar a más gente. Ahí compartía sus escritos: textos de corte más personal, cuentos, anécdotas de su infancia, cosas que se le ocurrían en el momento.
— Empecé escribiendo un poco por ahí, y pasé unos años allá, tratando de conciliar las dos cosas: escribir, y al mismo tiempo hacer cosas que me dieran dinero para vivir — dijo con el semblante serio y agregó—. Yo trataba mis aficiones y mis talentos como un hobbie.
Posteriormente en Montevideo, Uruguay, tuvo un puesto laboral en una empresa financiera.
— Y eso no funciona pues, porque lo otro te consume la energía y luego no tienes energía para “tu hobbie” —continuó mientras movía los dedos como formando comillas en el aire— y ya al final no haces bien ni una cosa ni la otra.
Cuando regresó a Perú junto a su novia, trabajó en una exportadora de flores. Este fue uno más de los puestos que agregó a su lista de trabajos que odió con todo su corazón.
— Aquí [en Perú] me di cuenta de que ya no podía seguir así. Tenía todo, pero era muy infeliz. Vivía en una casa cómoda, tenía mi familia cerca, estaba en una relación con una chica a la que que quería, no me faltaba dinero y de alguna manera me dedicaba a las labores creativas —se produjo una pausa tensa y agregó—, pero por dentro me sentía profundamente triste y sentía que mi vida no tenía un norte.
Volvió a detenerse y de pronto soltó una carcajada suave:
— Entonces nada, esa sensación no me duró mucho tiempo. Terminé pateando el tablero. Renuncié a mi trabajo, terminé con mi novia, me mudé a la casa de mi madre y decidí empezar de nuevo. Para ese entonces tenía como 31.
***
— Yo literalmente estaba durmiendo en este cuarto cuando escuché los truenos y dije ah manya, como en Miami — expresó entre risas—. Es que yo he vivido en otros países donde la lluvia y los truenos eran normales, por lo que no me asusté.
Luego moviendo las manos como queriendo demostrar algo y volteando a mirar en mi dirección dijo:
— Pero después hubo una reflexión posterior, porque ¡¿qué chucha se escuchan truenos en Lima?! Y luego pensé, jaja, es el sonido de lo que se viene. Y entonces se me ocurrió lo de mi chiste del “estruendoso galopar de los caballos comunistas chotanos que vienen a quitarme mis privilegios” y lo de “me abracé de mí constitución del 93”, ya se me ocurrió cuando estaba grabando, porque me quedó un espacio por llenar.
Se le abrieron los ojos, me señaló con sus dedos desde su lado de la pantalla y comentó:
— ¡Ahí pasó eso que tú dices de los vídeos que se cortan! Eso para mí no solamente es una gran ventaja, sino que me da ese último espacio en donde gracias a que se corta, tú lo completas.
Ya habían pasado más de 40 minutos desde que primero mencioné lo del formato de los vídeos, pero él con una sonrisa de oreja a oreja continuó comentando un tema que ya parecía haber sido olvidado diciendo:
— Entonces, si lo completas con un prejuicio, entiendes que el prejuicio no te lo estoy dando yo, te lo estoy señalando. Eso a mí me gusta mucho. Hay mucha gente que me escribe diciéndome “Oye Jaime, ¿sabes que se pueden grabar vídeos de más tiempo?” Yo lo sé, pero yo escribo tres líneas y media y sé que la última línea no todo necesariamente va a salir.
Se rió una vez más y terminó por añadir:
— Y trato de que se entienda, pero no sé pues… Ya no sé de lo que estábamos hablando. Me he comido un chocolate de marihuana antes de empezar la entrevista.
La llamada se llenó de risas por ambos lados.
***
Tenía 32 años cuando hizo por primera vez Stand Up, y, según una entrevista de la revista 15 Minutos, fue exactamente en el año 2014.
Cuando decidió dejar atrás todo, lo primero que hizo fue inscribirse al taller del comediante Luis Melgar, a quien vio una vez en una presentación de la novia de su amigo.
— Me metí al taller porque sentía que podía hacerlo bien. Además yo escribía textos así como los del discurso que hice en el Markham y sentía que no eran tan lejanos a los de este formato. Después descubrí que tan así no era, pero hasta ese momento yo creía que sí.
Jaime se la pasó diciéndole a todos sus familiares y amigos que se iba a presentar para que fueran a verlo “y no poder arrugar”. Pero su intención de hacer Stand Up también tenía otra motivación detrás:
— Le tengo fobia a los pájaros y tenía la impresión de qué tal vez a través de eso, yo iba a poder sublimarla, iba a poder convertirla en objeto de una risa colectiva y que eso iba a exorcizar mi fobia, e iba a liberarme a través de una especie de reunión grupal de gente —realizó una pausa dramática y después se rió—. Pero no funcionó.
De cualquier modo, la función fue de maravilla. “El texto estaba muy bueno y a la gente le encantó y el sitio estaba lleno y todo el mundo se río mucho”, comentó. Fue así como lo empezaron a llamar para hacer otros shows; sin embargo, “recién en estos últimos años que empecé a hacerlo más en serio y a ganar algo de dinero con eso, y después ya vino la pandemia y el resto ya lo has visto”.
***
En las redes lleva presente ya varios años, aunque no con la misma exposición. Al inicio, él hacía historias y las dejaba por las 24 horas que duran, y a veces decidía destacarlas. Pero el problema, como él dice, es que nadie entra a ver tus historias destacadas.
Ha sido a partir de este año, en febrero exactamente, que sus redes han cobrado “mayor relevancia”.
— Es que yo quise hacer este podcast, que es el proyecto que a mi realmente más me gusta, porque me gusta conversar y soy muy curioso. Entonces cuando me di cuenta que responder preguntas traía mucha atención a mi Instagram, decidí usarlo para promocionar mi podcast. Y así cada semana subía una tanda de vídeos con respuestas y un episodio promocionando mi podcast.
Hoy, Jaime es conocido como un blanco plus, maestro de la pituquería, quien una vez por semana responde las preguntas de sus seguidores con clasismo, discriminación, superficialidad y mucho humor negro. Pero su personaje no siempre fue exactamente así.
— Yo seguía a varias influencers mujeres porque me parecían muy guapas, y lo primero que me llamaba la atención era que ellas cuando se dirigían a su público decían chicas, y yo decía que no me sentía reconocido, en plan: ¿por qué me estás invisibilizando si sabes que hay un montón de gente como yo? Y me parecía tan divertido que lo adopté y hasta el día de hoy yo en mi cuenta únicamente saludo a todos como chicas.
Luego acogió los unboxings, creando él el suyo propio con un atún y una palta, porque descubrió que “todo es unboxeable en esta vida”. Y luego incorporó el narcisismo que él percibía de ellas. Y luego, tras ver algunas metidas de pata de las influencers que seguía, se dio cuenta de que muchas, aun tratando de ser inclusivas, eran muy clasistas.
— Hay una verdad detrás de todo eso y es que la gran mayoría de esta gente racista y clasista no lo es por convicción, sino por ignorancia y por falta de cultura, por su contexto, y pucha, porque son gente que no ha necesitado educarse en muchos aspectos. A mi me gusta representar eso no solamente porque me gusta satirizarlo como critica, sino porque creo que hay que entenderlo en su real dimensión.
La construcción de su personaje no fue de un día para otro, pero ahora está consolidado.
— En un momento comencé a responder las preguntas y eso hizo que la gente se enganchara más. Y ahora eso es básicamente lo que hago porque me parece que es como mejor se entiende el personaje. En los otros tal vez podía ser un poco más ambiguo y más fácil de confundir con algo que si aliente esas posiciones.
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Pero Jaime es muchos Jaimes, no es solo el que vemos en redes sociales. Como artista, tiene distintas facetas, distintos aspectos que muestra en cada uno de los formatos que alguna vez ha presentado (y que presentará).
En redes sociales es Jaime Ferraro, un hombre blanco privilegiado que vive en San Isidro, no tiene consiencia social y su objetivo principal es discriminar a las personas. En sus funciones de Stand Up, es Jaime Ferraro, un hombre blanco que se aprovecha de sus características físicas y los estereotipos que lo rodean para poder hacer reír a las personas. En su podcast, es Jaime Ferraro, una persona interesada por saber más sobre las opiniones de otros, de conversar, y de explorar todos los ámbitos posibles (comedia, antropología, política, ambiente, entre otras cosas). En el discurso que hizo en el Markham fue Jaime Ferraro, una persona que dejó atrás el papel que maneja en Instagram para poder dar un mensaje de conciencia. Y en esta entrevista fue Jaime Ferraro, un humano dispuesto a hablar sobre él.
— Ahora, por ejemplo, estoy trabajando en un proyecto de un libro que quiero hacer de cuentos, y ese libro va a tener otra versión de mí. Entonces son historias que cargan más emotividad. Mi idea es que mi Stand Up sea una cosa; mi personaje de redes, otra cosa; mi podcast otra cosa; mi otro podcast [que está por estrenarse], otra cosa; y eventualmente cuando haga una película, lo mismo. Que todos presenten diferentes partes de mi.
— Ya, ¿pero cómo te describirías?
— Yo abogo por los matices, por las perspectivas amplias de las cosas. Entonces si tú me preguntas eso yo te puedo contestar: ¿desde qué perspectiva? Y depende. Entonces te respondería con qué se yo, jajajajajajaja.
Y entonces, ¿cuál de todas estas versiones de Jaime es la real? Ninguna. Pero a la vez, todas.
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— Siento que los comediantes somos los representantes de los tiempos que nos tocan vivir. Al igual que otros comunicadores, pero los comediantes con nuestros propios códigos, para ayudar a la gente a procesar la realidad al mismo tiempo que nos ayudamos a nosotros mismos en ese proceso.
Jaime mantiene a su personaje de Instagram en el código de lo absurdo, pero a través de sus vídeos, la coyuntura nacional ha salido a relucir también. Mediante el humor y la risa, ha logrado que miles de personas entiendan más de lo que pasa en el Perú y lo analicen.
— Entonces si entiendo eso, creo que los comediantes estamos un poco para poder representar esa neurosis colectiva y un poco lidiar con eso. Entonces no sé si esa era necesariamente mi intención, pero es arte al final, ¿no? Está ahí para que las personas lo usen. Entonces lo mio se mantiene en un nivel de ambigüedad y hay personas que lo interpretan de diferentes maneras, a mi me parece súper interesante.
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Y si aún quedan dudas de cómo es Jaime, hay alguien que sí puede describirlo (pero igual, desde otra perspectiva).
— Jaime siempre ha tenido una particularidad en su forma de ver la vida — dice Rodrigo Moreno, cineasta peruano, amigo de toda la vida, hermano del alma y compañero de proyectos de Jaime—, de tomarla de una manera bastante deportiva en momentos donde otros podrían desmoronarse. Muy ecuánime, muy controlada. Es un gran soporte y un gran amigo. Tiene un gran sentido del humor.
Justamente ese sentido del humor es lo que hace que hoy muchas personas lo conozcan, sumado a los matices de los que él mismo habla. Si hay algo de lo que Jaime se siente orgulloso, es de la llegada que ha logrado alcanzar. Su contenido es visto por personas de todas las edades, de todos lados del espectro político y de diversas partes del país. Y a pesar de que de todos modos existan personas extermistas, a él le “da gusto que se genere este espacio en donde dos mundos se juntan, porque es verdad si se genera, gracias a que mantengo el código en la ambigüedad de lo absurdo”.
***
— No soy creyente, soy agnóstico —tiene la voz más tranquila, y el semblante menos sonriente—, y pasa que tengo fobia a los pájaros.
Mira hacia abajo y continúa:
— Es muy loco porque de alguna manera he tenido un montón de incidentes relativos a pájaros. En todos los departamentos en los que he vivido se han metido pájaros, en un se metieron el primer y último día. Una vez se metió otro a un taxi en donde yo iba; se metió una lechuza a mi casa; se metió un pájaro a este departamento hace poco. He tenido muchos de estos encuentros.
Alza la mirada, mientras agrega:
— Y sé que dirán “yo también” — carraspea suavemente y ríe—, yo les diría, ya, pero YO más —aún con un atisbo de sonrisa, pero mucho más serio, acaba diciendo—, me parece interesante porque es una ambigüedad en donde deposito de cierto lado mi agnosis.
Ya vamos a colgar, pero antes, agrega:
— Solo no seas mala conmigo [al escribir], porfa.
Y la conversación termina como empezó: en risas.
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