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¿SOMOS LIBRES, SEÁMOSLO SIEMPRE?

  • Foto del escritor: Gabriela Llontop
    Gabriela Llontop
  • 31 oct 2021
  • 4 Min. de lectura

Montaje: Nurit Mitrani


A dos meses de haber entonado el himno nacional en la ceremonia por nuestros 200 años de vida independiente, existe una estrofa que ha quedado singularmente grabada en mi memoria: “Somos libres, seámoslo siempre”. Esto, porque genuinamente siento que hoy por hoy, nuestra libertad parece ser medida en similitud al agua que corre de una vertiente, solo que esta vez, a la fuente se le ha colocado un embudo, el mismo que, aparentemente, ha reducido la cantidad de gotas que deja drenar. Son diversas las particularidades que han sido suficientes para evidenciar que nuestra libertad de prensa y opinión se ha envilecido, que nuestro oficio se ha visto deshonrado y que, pese a intentar negarlo, son solo algunos pocos los que realmente muestran un ápice de afecto y esperanza por defenderlo.


“Entre gallos y media noche” es una cita particular que muchos parlamentarios y ciudadanos usaron el día que el presidente Pedro Castillo juramentó al premier que lo acompañaba y a los ministros del mismo Gabinete. Sin lugar a dudas, aquel 29 de julio fue diferente. Mientras las manecillas del reloj oscilaban entre los números y así anunciaban la madrugada inminente; Castillo Terrones confirmaba, mediante un acto inusualmente solemne, a quienes formarían parte del ejecutivo. La prensa no estuvo invitada, el “pueblo”, tampoco.


La ola de críticas, asperezas y antipatías no son exclusivas del gobierno de turno. Sin embargo, buscar silenciar a los medios bajo normas y herramientas legales, sí. Quizás fue la dupla Fujimori-Montesinos la que incursionó en el método de tergiversar la información a favor del oficialismo, pero el binomio Castillo-Cerrón ha encontrado la manera de hacerlo también.


En la actualidad, son diversos los nombres que se han visto proscritos por la infamia de sus actitudes frente a lo que la libertad respalda. Muchas veces se utiliza el recurso de esconderse bajo la careta de la ideología política para defender posturas e ideas irracionales que atentan contra el bienestar y armonía de los otros. Sin embargo, si nuestros pensamientos y acciones deslegitiman la autonomía y democracia entre quienes conforman una nación, es un claro indicio de que las cosas no van a buen puerto.


Ejemplo de ello, son aquellas armas legales que el partido perulibrista que gobierna nuestro país ha intentado utilizar hasta el momento. Un proyecto de ley presentado por el parlamentario Abel Reyes pretende regular la radiodifusión de manera desvergonzada, en otras palabras, busca controlarla. Asimismo, la estrategia de censura ha migrado en su versión light hasta aquellos equipos de prensa que buscan promover única y exclusivamente las ideas del oficialismo, tal es el caso de Radio Latina y su segmento “palabra de maestro” o los diarios con portadas y titulares desafiantes como “El Puka”; hasta incluso, medios digitales que se fían esporádicamente de las fakenews o los clickbaits con el fin de tener mayor alcance en las redes sociales como el caso de “Wayka”.


Es probable que la interrogante que siempre queda en la mente de los peruanos es si realmente somos libres o si solo hacemos el ademán de serlo. Si bien el término es muy amplio y que, cada uno puede usarlo como mejor le parezca, la libertad, sea vista desde cualquier perspectiva, debe ser defendida con ímpetu y coraje. No es solo el gobierno de Perú Libre el que busca sesgar nuestras ideas y dirigirnos ciegamente cual corderos junto a su pastor, pues no es solo la amalgama de ideas conservadoras de izquierda las que aquejan la democracia y el poder de decisión frente a lo que decimos y lo que no.


Quizás ahora sea Castillo, Cerrón o hasta Bermejo, pero, quién sabe si dentro de los próximos 5 años, sean otros los nombres a los que cuestionamos por sus atiborradas actitudes enfermizas de poder. El futuro es incierto, por supuesto, pero, así como el desconocimiento del porvenir, dejar que la prensa y su libertad se vea agredida como ocurre ahora, también provocará que dentro de poco no conozcamos en lo que nos podemos convertir.


El periodismo es una profesión noble y de largo aliento. No es dueño de la verdad, pero siempre busca transmitirla fidedignamente. La libertad de expresión, por su lado, es la espada con la que defiende sus ideales y, cuando se ve privado de ella, su oficio comienza a carecer de sentido. El periodismo y la ciudadanía a la que le debe su vocación de informar, no son nada sin aquella libertad de decisión frente a la información que prefieren leer o escuchar. Es por ello que, quizás sean 200 años de vida republicana, pero sin la libertad de prensa, solo se puede asumir que el retroceso entre las décadas es inminente. La tarea por preservar nuestra independencia debe hacerse en conjunto y solo así se podrá marcar un eje diferencial entre lo que está bien y lo que debe rechazarse; de lo contrario, todos los esfuerzos por mostrar veracidad y rigor serán en vano y jamás podremos decir a todo pulmón que somos libres y, mucho menos, que lo seremos siempre.

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