Gracias Totales: Un adiós para crecer
- Camila Bonetto
- 11 ago 2021
- 10 Min. de lectura

Foto: Radio Duna
La historia de una leyenda que utilizaba uniforme de piel humana, y que vino a la tierra a mostrarle, a todos los que creían en la magia, lo que dejan las estrellas cuando se van, pero no se olvidan.
Un ícono del rock latinoamericano que comenzó su carrera en 1982, fue el mismo que abandonó esta tierra el 4 de septiembre de 2014 para ir a un lugar mejor, dejando a todos sus fanáticos con el deseo de despertar cuando pase el temblor de su partida. Un ícono del rock latinoamericano, oriundo de la ciudad de la furia, que cambió la historia musical de un país y de un continente dormido ante los hallazgos musicales que solo él pudo crear. Un ícono del rock latinoamericano que dejó más que canciones, reflexiones, enseñanzas, sonrisas, sueños y vida. Un ícono del rock latinoamericano que fue, es y siempre será leyenda, porque siempre será Gustavo Cerati.
Nacido en una familia mitad italiana y mitad irlandesa, Gustavo contó con la mejor cuna que un niño puede tener: unos padres incondicionales que lo apoyaron en cada paso que dió a lo largo de todo su despliegue profesional. “Cuando uno larga algo al mismo tiempo se desprotege, y los padres siguen siendo una protección. Cuando hago algo, un disco o una cosa así, lo muestro y espero que me abracen y se acerquen, y es lo que hacen” admitió él entre giras y conciertos, siendo consciente de la importancia y la influencia que tenían sobre él aquellos ángeles que le dieron la vida, y sin saber que años más tarde, en 1992, perdería a uno de ellos. Te ví que llorabas, te ví que llorabas, por él, cantaba Gustavo a su madre Lilian que sentía la partida de su más grande amor, Juan José. Te ví que llorabas, cantaba luego, en té para tres, al mundo.
Empezando desde abajo, Gustavo supo subir los primeros escalones junto con Charly Alberti y Zeta Bosio, artistas con los que compartió la óptica gaseosa que lo llevó a conformar la banda que despertó el rock en un país y en el mundo entero. Con ellos pudo ir más allá de aquellos salones en los que cursaban la carrera de comunicación social, porque con ellos, vivió mucho más. Una primera conversación, un primer momento, en la casa de Charly en la que el trío comenzó a soñar, supo convertirse en en el despegue directo a la cima del éxito que lograron conseguir. Con la cabeza en el cielo de la fama y el cuerpo en un garaje de prácticas, se pusieron en contacto con Adrián Taverna, ingeniero musical, que vió en ellos un grupo en proceso de creación, que a pesar de ser desprolijo e inestable, tenía una chispa mágica que los diferenciaba de todo aquello que él había visto y escuchado hasta ese entonces. Con su apoyo supieron crecer musicalmente y conformar lo que fue, es y siempre será recordado como Soda Stereo, la banda que llegó a un público que tenía una necesidad. Una necesidad intrínseca y desconocida que solo salió a la luz al escucharlos por primera vez cuando se presentaron en un bar. “Todas las cabecitas lo miraban a él, porque era el cantante, el guitarrista, el frontman de la banda, y se la creyó como se la tenía que creer y asumió el papel de líder”, recordaba para NatGeo.
“Tenían la juventud y las ganas pero también tenían la música que conectaba. Era un equipo que tenía hambre, y eso era fundamental”, comentaba Sergio Marchi, periodista argentino en el ámbito del rock, respecto a Soda Stereo, porque las ganas que tenían estos tres adolescentes que querían comerse el mundo del rock nacional, no tenía comparación, eran genuinas. Día y noche tocando y perfeccionando esos acordes y letras que luego hipnotizarían a los fanáticos, los dejaban con poco tiempo, y esto los llevaba a guardar en casettes millones de fragmentos inconclusos de lo que podrían llegar a ser más tarde canciones, con la esperanza de que en algún momento la lamparita se encienda y una estrofa salga a la luz. Un día por la mañana Gustavo, con las ojeras casi a la altura de su nariz, abre la puerta del estudio. “Las hice” dice dejando una hoja sobre la mesa, y ya no hacía falta nada más. “Era uno de los mejores letristas, de los más ingeniosos, aunque decía que las letras era de las cosas que más le costaban”, recordaba Shakira, con quien compartió escenarios y pasión musical, para NatGeo, pero más allá de los elogios externos, él siempre supo autoreconocer en sí, algo romántico, dramático y único en su forma de escribir, y eso era lo que lo hacía especial.
Sus letras no eran más que el reflejo de su alma y su alma, soñaba. Gustavo navegaba un océano lleno de olas de romance, reflexiones y sentimientos que volcaba en canciones que hacían más ligero su viaje, y el de todos los que tuvieron el placer de escucharlo cantar. Hablando de vos invento a cada instante melodías, así reemplazo las palabras, comenzaba cantando en una canción inédita que nunca llegó a un disco, pero si en el corazón de su ex novia Ana Saint Jean. Me vienen tantas ganas de amarte, hablando de vos, seguía, porque Gustavo transmitía en su música lo que sentía, y lo que sentía a veces, y casi siempre, era único, era mágico. Sentimental, melancólico y sensible, Cerati se enamoró más de la música más que de una mujer, y esto supo traerle dificultades que le costaron distancias, separaciones y una fuerte ola de desamor. “Yo creo que tengo un nivel de autocrítica importante en lo que a mí respecta”, confesó para La Viola en 2010, y si bien eso lo acercó a su crecimiento profesional, también supo alejarlo de su familia, de sus amigos, de sus amores, no porque él quisiera, sino porque los tiempos no alcanzaban. Después de todo, las horas querían ser suficientes, no eran tan eternas como su recuerdo.
A pesar de ello, las complicaciones temporales no fueron impedimento para que cupido lo flechara, cosa que pasó cuando conoció en una conferencia de prensa en Santiago de Chile a la modelo Cecilia Amenábar, mujer que le dió un matrimonio, dos hijos y un eterno amor que inspiró su vida y las canciones que escribió en ella. El sentimiento de amor eterno que sentía le sonaba inconcluso e intemporal, hasta que lo entendió y no dudó en expresarlo. “Te amo para siempre, y siempre es hoy” y ya no dejaba dudas, estaba dicho, estaba claro. “Le gustaba mucho sentir amor, le gustaba mucho estar enamorado” confesó a National Geographic su hijo Benito que fue, junto con Lisa, fruto de la relación con la chilena.
Me pondré el uniforme de piel humana, canta en uno de los hits del álbum Siempre es hoy, y es que eso hacía. Se disfrazaba de humano, ocultando tras el disfraz, los rulos y la extravagancia, el talento descomunal e indescifrable que sólo él sabía desprender y que coronaba los éxitos del grupo que en 1997 se apagó. Si bien Gustavo tenía sus diferencias con Charly, y los malentendidos y desacuerdos fueron moneda corriente, nunca existió un hecho concreto que haya conducido a la separación de los artistas, porque la causa de origen la sentían ellos, en cada ensayo, en cada concierto, en cada canción. Era 1997 y la magia se estaba yendo, y para despedirla se organizaron 6 shows que coronaron su partida. México, Venezuela, Chile y Argentina, 6 conciertos, un solo final. La ciudad de la furia enloquecida, las boleterías colapsadas. Todos querían su entrada, todos querían presenciar el adiós. Un estadio no bastaba para albergar a todos esos corazones argentinos que deseaban ver por última vez la magia sobre el escenario.Las propuestas llegaban, una tras otra. El público pedía otro concierto, pedía más, pero Gustavo fue constante y persiguió su misma idea hasta el final. “Solo me despido una vez”.
Soda Stereo fue una etapa, una época de su vida, parte de una historia que aún no acababa. Gustavo dejó el grupo, pero no la música, porque esa partida le daba la bienvenida a un crecimiento solista que lo coronaría, se desenvolvió como solista buscando en cada disco y en cada canción, algo diferente, exótico y extravagante que marcara la diferencia entre cada éxito, algo único que solo tuviera sabor a él.
Desde Amor Amarillo hasta Fuerza Natural, pasando en el medio por Bocanada, Siempre es hoy y Ahí Vamos, el guitarrista y cantante argentino, supo ser más que un capitán de barco, porque llegó a navegar corazones, almas, de todos aquellos apasionados que se animaban a compartir el viaje con el, en el oceano de sus melodías.
Si bien el éxito musical que supo originar como solista dejó una vara demasiado alta para los siguientes artistas, se debe de considerar que Gustavo debió contar con apoyo musical para lograrlo, formando un nuevo equipo de trabajo que, si bien funcionaba, aún así le dejaba el sabor amargo de extrañar aquella conexión gaseosa que lograba cuando con Zeta y Charly, se ponían a soñar. Llegó el 2007. 10 años de separación artística que pedían a gritos un reencuentro, un truco de magia más. 14 conciertos en Sudamérica, 7 en Norteamérica y 1 en América Central. 22 escenarios que sintieron la autenticidad de la gira “Me veras volver”, la magia de volver a unir aquellas estrellas que conectaban como el cinturón de Orión. Bajista y baterista de lo que fue y en ese entonces volvería a ser Soda Stereo tocaron la puerta de la casa de Gustavo. Su hijo Benito abrió la puerta. “Era como una fan hiperventilando, ¡qué emoción, están los 3 juntos!”confesó también, recordando el momento en el que las tres estrellas volvieron a formar una constelación.
Un reencuentro pasajero, temporal, que no llegaba para quedarse, hizo que al terminar la gira Gustavo decida seguir con su carrera de solista, escarbando más y más en su alma, de donde buscaba sacar todas aquellas letras que conquistaban corazones, disqueras, y estadios. “Era como una desconexión que estaba teniendo en el último tiempo, como una cosa de tranquilidad”, recordaba su hijo para NatGeo. La época en la que desarrolló el último frasco de magia que los fanáticos y el mundo de la música latina recibieron en forma de disco, significó para el revolucionario del rock argentino, un periodo de paz y encuentro consigo mismo. Fuerza Natural era eso, era Gustavo, era su magia. Tengo todo por delante, y nunca me sentí tan bien, cantaba reflejando su sentimiento, su percepción, y la forma en que vivía ese entonces.“Siento que en Fuerza Natural se cierra ese ciclo de magia absoluta en él” concluía su sobrina Guadalupe Mujica, para NatGeo.
La gira de Fuerza Natural comenzaba y Gustavo se despide de su hijo. “No nos vamos a ver por un largo tiempo campeón”, le dice, y Benito sigue haciendo sus cosas, pero después se queda pensando. Si en todas sus giras se iba por un mes, ¿por qué esta implicaba un largo tiempo?.
Una tranquilidad descomunal para alguien con su talento, invadía su alma y su vida trazando una conexión inexplicable y profunda con la naturaleza y con las fuerzas sobrehumanas, en una admiración que se juraba eterna y que de un momento a otro terminó. 10 de mayo de 2010, Caracas, Venezuela. Un concierto que supo ser el último. El último gracias totales que el público recibía, el último escenario que él pisaba. El concierto terminó y en el momento de la foto grupal que tomaban después de cada concierto, Gustavo ya no se encontraba bien. Algunos miembros de su equipo se acercaron, pero él solo indicaba que, al igual que los días previos, le dolía un poco la cabeza. Una molestia que venía cargando hace más años que días, supo agravarse esa noche en la que con ayuda de Anita Álvarez De Toledo, cantante de la gira, terminó llegando al hospital privado de La Trinidad ubicado en la capital. Ella le sostuvo la mano mientras esperaba a que lo atiendan en aquel día en el que la atención médica disponible era escasa, y lo sacó a pasear en la silla de ruedas alrededor de todo el hospital. “Le hice un chiste y nos reímos a carcajadas. Se quedó dormido y ya no despertó” recordó para NatGeo.
Soñé estar aquí y no recuerdo despertar, cantaba en 2006 al inicio de la canción Caravana. Estoy cercado por la ciencia y nadie me verá mañana, seguía, quizá haciendo versos, canciones, pronósticos. Un talento se fue a dormir y pudo descansar 4 largos años. Ingresado ya en Buenos Aires en la Clínica Alca por lo que terminó siendo un accidente cardiovascular, Gustavo puso su talento a descansar en estado vegetativo. Los días pasaron, y ya no eran solo su familia y su equipo músico los que esperaban ver nuevamente a la estrella brillar, porque todo un país estaba detrás de esas ventanas, confiando en la aparición de aquel destello. Un destello que amenazaba con aparecer pero que nunca apareció. Pequeños movimientos en sus dedos o en sus aparatos médicos supieron ser, además de primicia en diarios y noticieros, una esperanza para todos aquellos que soñaban con volver a ver la magia en una persona, en Gustavo. 4 años de noches sin estrellas marcaron un final que dejó a una leyenda en el Cementerio La Chacarita, en donde hasta el día de hoy se lo puede visitar. En ese momento, Buenos Aires se vió tan susceptible como él anticipó y no se la puede culpar, después de todo, la ciudad de la furia era susceptible a él, y tuvo que serlo, a lo que dejó con su partida.
“A menudo el sepulcro encierra, sin saberlo, dos corazones en el mismo ataúd”, decía Alphonse de Lamartine, pero la magia de Gustavo encerró muchos más. Una magia indescifrable tuvo un fin con su partida. La magia ya no volvería a ser vista como una novedad que aparecía en formato de canción nueva, sino que sería recordada como algo memorable, algo único, algo histórico. Muchos son los que creen que solo muere quien se olvida, y bajo esta lógica, Gustavo siempre será inmortal, porque está presente más allá de un disco o un video, porque está presente en un continente, y en los millones de corazones que lo habitan.
El 2020 llega y con él, la gira “Gracias Totales”, porque la única forma de despedir a una leyenda del rock era homenajeando en un concierto aquellos éxitos que hicieron que muchos vuelvan a soñar. “Gracias Totales” le agradecía a los fanáticos, pero en realidad, todos los estadios le agradecieron a Gustavo. “En esto ya no importa lo que él hubiera pensado, porque lo que él pensó es lo que genera todo esto, y eso es lo importante” comentó Sergio Marchi, a pesar de que todos los que lo admiraban, tenían aún mucho por agradecer. Poder decir adiós es crecer cantaba Gustavo en 2006 buscando despedirse de su padre. Poder decir adiós es crecer, dicen también los fanáticos que sufren, hasta el día de hoy su partida,porque nadie quiere crecer, nadie quiere simplemente, decirle adiós.
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